El impío «brota como la hierba», pero el justo florecerá como la palmera

palmera en el desierto

El impío «brota como la hierba», pero el justo florecerá como la palmera, cuyo crecimiento puede no ser tan rápido, pero cuya resistencia durante siglos está en contraste con la hierba transitoria de la pradera.

Cuando vemos una noble palmera erguida, enviando toda su fuerza hacia arriba en una columna atrevida, y creciendo en medio de la escasez y sequía del desierto, tenemos un hermoso cuadro del justo, el cual tiene como objetivo en su rectitud sólo la gloria de Dios; e, independientemente de las circunstancias externas, vive y prospera, por la gracia divina, cuando todas las otras cosas perecen.

C. H. S.

La palmera crece en la arena, pero no se alimenta de ella; sus raíces son alimentadas por el agua que hay debajo, aunque los cielos sean inclementes como si fueran bronce. Algunos cristianos crecen, no como el lirio (Oseas 14:5), en prados verdes, o el sauce, junto a corrientes de agua (Isaías 44:4), sino como la palmera en el desierto; así José en medio de los adoradores de animales en Egipto, y Daniel en la voluptuosa Babilonia. La raíz penetrante de la fe alcanza las fuentes de agua viva.

La palmera es un árbol hermoso, con su palio de verdor elevado y con los rayos plateados de sus plumas ondeantes; así las virtudes del cristiano no son como la hiedra o las zarzas, que crecen hacia abajo, sus ramas se elevan y buscan las cosas de arriba, en que habita Cristo (Colosenses 3:1); algunos árboles son torcidos y nudosos, pero el cristiano es una palmera erguida, un hijo de la luz (Mateo 3:12; Filipenses 2:15). Los judíos fueron llamados una generación torcida (Deuteronomio 32:5), y Satanás una serpiente tortuosa (Isaías 27:1), pero el cristiano es recto como una palmera.

La palmera es un árbol muy útil. Los indios cuentan que tiene 360 USOS. Su sombra protege, su fruto refresca al viajero cansado y señala el lugar del agua; así fue Bernabé, un hijo de consolación (Hechos 4:36); así fueron Lidia, Dorcas y otras, que en la carretera real mostraban el camino al cielo, como hizo Felipe al eunuco etíope (Hechos 9:34). Jericó fue llamada la ciudad de las Palmas (Deuteronomio 34:3).

La palmera produce incluso cuando ya es vieja. Los mejores dátiles son producidos cuando el árbol tiene de treinta a cien años; hasta trescientas libras de dátiles puede producir una palmera; así, el cristiano se vuelve más feliz y es más útil a medida que entra en años. Conociendo sus propias faltas, es más manso hacia los demás; es como el sol que se pone, hermoso y grande; como Elim, en que los judíos cansados hallaron doce pozos y setenta palmeras. J. LONG, en «Scripture Truth in Oriental Dress»


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