El cristiano joven es hermoso, como un árbol que florece en primavera; el de más edad es valioso, como un árbol en otoño, inclinadas sus ramas por el fruto maduro. Nosotros, pues, esperamos algo superior en los que hace años son discípulos. Que hayan muerto más para el mundo, cuya vanidad han tenido mayores oportunidades de ver; más mansedumbre de sabiduría; más disposición a sacrificarse por amor a la paz; más madurez de juicio en las cosas divinas; más confianza en Dios y más riqueza en la experiencia. William Jay
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