Las alabanzas desmayadas, mal concebidas y burdas no son las que deberíamos rendir a nuestro Señor amado


Las alabanzas desmayadas, mal concebidas y burdas no son las que deberíamos rendir a nuestro Señor amado. Si la ley de la justicia exige todo nuestro corazón y alma y mente para el Creador, mucho más la ley de la gratitud reclama el homenaje de todo nuestro ser al Dios de gracia. C. H. S.

Que tus afectos le alaben con todo lo que Él ama. Que tus deseos le bendigan buscando sólo su gloria. Que tus recuerdos le bendigan no olvidando ninguno de sus beneficios. Que tus pensamientos le bendigan meditando en sus excelencias.

Que nuestra esperanza le bendiga anhelando y esperando la gloria que ha de sernos revelada. Que nuestros sentidos todos le bendigan por su fidelidad, todas nuestras palabras por su verdad, y todos nuestros actos por su integridad. John Stevenson

Un pozo raramente está tan lleno que al primer impulso de la bomba salga el agua; ni suele ser el corazón tan espiritual, después de dedicar nuestros mejores cuidados a lo mundano (y menos cuando nos excedemos en ello), como para derramarse libremente en el seno de Dios, sin algo que lo eleve; sí, con frecuencia el nivel en la fuente de la gracia es tan bajo, que el impulsar la bomba solamente no va a poner al corazón en la actitud apropiada para orar, y es necesario intervenir en el alma para que se enardezcan los afectos. William Gurnall

Si hay pasiones y afectos en mi alma (y sin duda las hay, Señor), Ponlas todas ellas bajo tu control; Señor clemente, que sean para ti. William Jay

Recuerda que el rey persa, cuando no podía dormir, se hacía leer las crónicas del imperio, y descubrió que uno que había salvado su vida no había sido recompensado. ¡Que rápidamente rectificó esta omisión y le confirió honor! El Señor nos ha salvado con una gran salvación; ¿no vamos a rendirle recompensa?

El adjetivo «ingrato» es uno de los más vergonzosos que puede llevar un hombre; sin duda, no podemos admitir correr el riesgo de esta marca de infamia. Despertémonos, pues, y, con entusiasmo, bendigamos a Jehová.

Cuando Dios perdona, perdona como es El. La fuente, el cauce, el poder y el estándar del perdón son todos divinos. Cuando Dios anula los pecados de una persona, lo hace según la medida en que Cristo llevó estos pecados. Ahora, Cristo no sólo llevó algunos o muchos de los pecados del creyente, los llevó todos y, por tanto, Dios los perdona todos.

El perdón de Dios se extiende tanto como la expiación de Cristo; y la expiación de Cristo se extiende a cada uno de los pecados del creyente, pasados, presentes y futuros. «La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado» (1a Juan 1). «Things New and Oid»

En Él, sólo bien;

En mí, sólo mal.

Mi mal atrae su bondad,

Y El sigue amándome.

Dios da eficacia a la medicina para el cuerpo, y su gracia santifica el alma. Nos hallamos espiritualmente bajo su cuidado diario, y El nos visita como el médico al paciente: curando (porque ésta es la palabra exacta) cada una de las dolencias cuando aparece. No hay enfermedad de nuestra alma que supere su ciencia; El las cura todas; y El lo seguirá haciendo hasta que haya desaparecido el último indicio de infección que quede en nuestra naturaleza. C. H.S.

En una de las cárceles de cierto país se hallaba un hombre que había cometido un crimen de alta traición; fue procesado a su debido tiempo, hallado culpable y condenado a muerte. Pero, además de esto, había sido afectado por una enfermedad interna que generalmente es mortal.

Ahora bien, podríamos decir, y en verdad, que este hombre estaba muerto dos veces; que su vida había sido perdida dos veces; las leyes de su país le habían declarado reo de muerte y, por tanto, había perdido su vida ante la sociedad; y de no haber muerto de esta manera, iba a morir de su enfermedad; dos veces muerto, pues.

Supongamos que el soberano de aquel país quiere salvar la vida de este preso, ¿puede salvarle? Puede anular la sentencia, perdonarlo, y con ello restaurarle la vida que iba a perder a causa de la sentencia de la ley; pero, si no envía a un médico que cura la enfermedad del reo, va a morir por ella, y su perdón sólo va a alargar unos días o semanas su existencia penosa.

Y si esta enfermedad no sólo es mortal, sino infecciosa, podría transmitirse sea por el aliento del paciente o por contacto con el cuerpo o vestidos del mismo y sería peligroso que otros se acercaran a él; y a menos que fuera curada del todo, el hombre, aunque perdonado, debería tenérsele incomunicado en una casa para apestados, y en modo alguno recibido en las casas de los sanos.

Habéis visto un caso así, hermanos; en este momento quizás estás sentado junto a una persona que se halla en esta situación. ¿Quizá, digo? Yo diría que éste es el caso, a menos que seas real y verdaderamente un cristiano, un creyente en Cristo Jesús. W.Weldon Chamneys

El cuerpo sufre las tristes consecuencias del pecado de Adán, y está sometido a muchas enfermedades; pero el alma está sometida a otras tantas. ¿Qué es el orgullo sino locura; qué es la ira sino una fiebre; qué es la avaricia sino hidropesía; qué es la lujuria sino la lepra; qué es la pereza sino una parálisis? Quizá haya enfermedades espirituales semejantes a todas las corporales. George Horne

¿No ha de ser una cara monstruosa aquella en que lo azulado de las venas se muestra en los labios, el rubor de las mejillas se ve en la punta de la nariz, y el pelo, que debería hallarse en el cuero cabelludo, se ve en la cara? Y ¿no tienen que parecer feas nuestras almas a la vista de Dios siendo que hay pena cuando debería haber alegría en ellas, y alegría cuando debería haber pena? Aborrecemos lo que deberíamos amar, y amamos lo que deberíamos aborrecer; y todos nuestros afectos, o bien yerran en cuanto a su objeto o se exceden en la medida. Thomas Fuller

Nuestro pecado nos priva de todos nuestros honores, hay orden de detención contra nosotros por traidores; pero el que anuló nuestra sentencia de muerte al redimirnos de la destrucción nos restaura más que todos nuestros honores anteriores al coronarnos de nuevo con ellos. ¿Nos coronará Dios y no le coronaremos nosotros? ¡Arriba, alma mía!, echa tu corona a sus pies y, en humilde reverencia, adórale a Él que te ha exaltado en tan alto grado sacándote del polvo y poniéndote entre príncipes. C. H. S.

Voy a contaros un incidente que tuvo lugar en mi ciudad nativa de Stirling. Los obreros estaban dinamitando unas rocas que se hallaban a poca distancia de la carretera. Todo estaba dispuesto y la mecha encendida, por lo que esperaban la explosión de un momento a otro.

De repente se acercó corriendo un niñito, dando vuelta a las rocas inesperadamente, y avanzó en dirección al punto en que estaba la mecha. Los hombres gritaron con todas sus fuerzas (lo cual era una obra misericordiosa) y el niño se detuvo alarmado y lleno de terror. Pero al poco llegó allí la madre, la cual se dio cuenta del peligro y, abriendo los brazos, le llamó gritando: «Ven, querido» (esto era una obra de tierna misericordia).

El niño corrió hacia su madre, y los ojos de todos se llenaron de lágrimas, especialmente los de la madre, al ver el peligro del que se había salvado el niño. A los pocos segundos la explosión hizo volar las rocas. Alexander B. Grosart, en «The Pastor and Helper of Joy»

Ninguno queda lleno a satisfacción excepto el creyente, y sólo Dios puede satisfacerle a él.

El que un aguilucho crezca hasta hacerse un águila y el que deje el desierto del pelícano para remontarse a las estrellas es bastante para hacerle gritar a uno: «Bendice, alma mía, a Jehová». C. H. S.

El hombre natural, que vive por los sentidos, pronto deja atrás la parte más hermosa de la vida; el hombre espiritual siempre la tiene en perspectiva; y, como el águila, este último con frecuencia desde el aire circundante puede elevarse a las regiones puras del éter, y desde lejos puede ver la imagen, o mejor, la realidad de un gozo más que terreno. J. J. Van Oosterzze, en «The Year of Salvation»

Aquello de que más necesidad tenemos es de misericordia y perdón para nuestros pecados, porque hemos sido criaturas inmundas e impías; el perdón y la misericordia son abundantes en Dios. En El son tan abundantes como el agua en el mar; no hay fin a los tesoros de su gracia, misericordia, perdón y compasión.

No hay hombre que, estando en necesidad, no prefriera, para hallar alivio, llamar antes a la puerta de un rico que de un pobre si supiera que el rico está tan bien dispuesto y es tan generoso como el pobre. John Goodwin, en «Being Filled with the Spirit»

El Señor no quiere que los suyos guarden resentimientos, y con sus acciones da el ejemplo. Cuando el Señor ha disciplinado a su hijo, ha terminado con el enojo; no castiga como un juez, pues su ira nos destruiría, sino que obra como un padre, y, por tanto, después de unos golpes, la cosa ha terminado y abraza a su amado contra su pecho como si nada hubiera ocurrido.

Y, si la ofensa está algo más arraigada en la naturaleza del ofensor para ser resuelta de esta manera, sigue corrigiendo, pero nunca cesa de amar, y no permite que su ira con los suyos pase al otro mundo, sino que recibe a su hijo que ha errado en su gloria. C. H. S.

No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. De otro modo Israel habría perecido por completo, y nosotros también haría mucho tiempo que habríamos sido consignados al infierno más profundo. Hemos de alabar al Señor por lo que no ha hecho, así como por lo que nos ha hecho; incluso el aspecto negativo merece nuestra agradecida adoración. Hasta este momento, en la peor condición en que nos hayamos hallado, nunca hemos sufrido como deberíamos sufrir; nuestra suerte diaria no nos ha sido administrada por la regla de 10 que merecemos, sino por la medida muy diferente de la bondad inmerecida. ¿No bendeciremos al Señor? Nuestra vida debería ser desgarrada por la angustia en vez de poder disfrutar de una felicidad relativa como hacemos, y muchos de nosotros somos favorecidos con un gozo interior incomparable; por tanto, que cada facultad nuestra, sí, todo nuestro ser, bendiga su santo nombre. C. H. S.

¡El pecado es apartado de nosotros por un milagro de amor! ¡Qué carga tan grande a acarrear, y, con todo, acarreada a una distancia incalculable! Puedes volar tan lejos como te lleven las alas de la imaginación, y si vas hacia occidente, cada aletazo te llevará más lejos del oriente. Si el pecado es llevado tan lejos, podemos estar seguros de que todo rastro del mismo, incluso su recuerdo, habrá desaparecido.

Si ésta es la distancia a que ha sido llevado, no hay temor de que pueda ser traído de nuevo; ni aun el mismo Satanás puede realizar una tarea semejante. Nuestros pecados han desaparecido; Jesús se los llevó. No es posible hoy hallarlos.

Ven, alma mía; despiértate y glorifica al Señor por su bendición más rica. ¡Aleluya! El Señor sólo podía quitar los pecados, y El lo ha hecho a la manera divina, barriendo todas nuestras transgresiones. C. H. S.

Cuando el pecado es perdonado, nunca se nos vuelve a acusar del mismo; la culpa del mismo no puede regresar, como el oriente no puede hacerse occidente, o el occidente oriente. Stephen Charnock

El padre se compadece de sus hijos que son débiles en conocimientos, les instruye; se compadece de los que son díscolos y tiene paciencia con ellos; se apiada de los que están enfermos y los consuela; cuando caen, les ayuda a levantarse de nuevo; cuando han ofendido, si se muestran sumisos, los perdona de nuevo; cuando les hacen una injusticia, la repara. Así, «el Señor se compadece de los que le temen». Matthew Henry

Los hombres y los demonios son como los apotecarios de Dios, que no recetan el remedio, pero administran lo que Dios prescribe.

Siempre que veo espirales de polvo que los torbellinos levantan por los caminos en un día ventoso, pienso: «Esta es una imagen de la vida.» ¡Polvo y aire!

Observa que esta «espiral» o columna aparente es sólo una condición, una condición activa de las partículas de polvo, y que estas partículas están cambiando continuamente. La forma depende del movimiento incesante. La arena pesada flota en el aire impalpable en tanto que participa de su movimiento; si éste se aquieta, caen. Así es nuestra vida: un torbellino, un flujo mantenido por fuerzas exteriores, que cesa cuando éstas son retiradas. James Hinton, en «Thoughts on Health and some of its Conditions»

El trigo es hierba cultivada, y el hombre, que se alimenta de ella, participa de su naturaleza. La hierba vive, crece, florece, cae bajo la guadaña, se seca y es sacada del campo. Lee esta cláusula otra vez, y hallarás la historia del hombre. Vive unos días y es cortado al fin, y es muy probable que se marchite antes de llegar a la madurez, o sea arrancado súbitamente, mucho antes de cumplirse su tiempo.

Florece como la flor del campo. Una muchedumbre abigarrada, ataviada en muchos colores, siempre me recuerda una pradera brillante con muchos matices y colores; y la comparación, tristemente, es verdadera en cuanto refleja que como la hierba, cuya lozanía se pasa, también se pasan los que contemplamos y toda su visible hermosura.

Sólo se necesita un poco de viento; ni aun la guadaña; basta un soplo para que la flor se marchite, por ser tan frágil. C. H. S.

Pasa el viento, sólo la brisa, y ya ha perecido. No sería tan extraño si fuera una tempestad, un torbellino, que la arrancara. El Salmista quiere decir mucho más que esto. El contacto más suave, la brisa, y ya ha perecido. Al poco ya es desconocido, nadie sabe de él en el espacio que antes llenó; vino y se fue. Henry Cowles

El súbito marchitarse de una flor puede compararse con el efecto que ciertos vientos pueden producir en los organismos animales. Maillet describe que centenares de personas en una caravana pueden ser asfixiadas en poco tiempo por el aire ardiente y el viento mortal que algunas veces prevalece en los desiertos orientales.

Y Sir John Chardin describe este viento que produce «un gran silbido», y dice que «aparece rojo y ardiente, y mata lo que toca, al parecer asfixiándolo, especialmente cuando sobreviene durante el día». Richard Mant

¡Qué inmenso es el contraste entre la flor que desaparece y el Dios eterno! ¡Qué maravilloso que su misericordia enlace nuestra fragilidad con su eternidad y nos haga también a nosotros permanentes! Desde la eternidad pasada el Señor miró a su pueblo como objeto de misericordia, y lo escogió para ser participante de su gracia; la doctrina de la elección eterna es más deleitosa para los que tienen luz para verla y amor para aceptarla. Es un tema para el pensamiento más profundo y el gozo más elevado. C. H. S.

Desde la eternidad, por predestinación; hasta la eternidad, por glorificación: lo uno, sin principio; lo otro, sin fin. Bernardo

Él tuvo un cuervo para Elías, una calabaza para Jonás, un perro para Lázaro. Hace que el leviatán, la mayor de las criaturas vivas, preserve a su profeta. Que un león terrible sea muerto, como lo fue por Sansón; o que mate, como se le prohibió frente a Daniel; o que mate y no coma, como en el caso del profeta (12 Reyes 13); esto depende del Señor.

Sobre los metales: El hace nadar al hierro y que las piedras se partan. Sobre los demonios: deben obedecerle aunque sea de mala gana. Pero se rebelan continuamente contra El y quebrantan su voluntad, ¿no? Lo hacen verdaderamente contra su complacencia, pero no contra su permiso.

No hay ocasión, ni aun la hora de la muerte; no hay lugar, ni el más terrible tormento; no hay criatura, ni el diablo, de lo que el Señor no pueda libramos. Por tanto, en todo tiempo y en todo lugar, y contra todas las criaturas, confiemos en El para ser librados. Thomas Adams

Los que hacen la voluntad de Dios fielmente y en obediencia, tienen a Dios a su lado; y ¿quién será contra ellos? Entonces la misma obra les corrobora, y es como si una marea los empujara; debido a que es su obra.

Aquellos que, por otra parte, obran en contra de la voluntad de Dios, tienen a Dios contra ellos; y ¿qué les espera? ¿Puede un hombre hacer retroceder el mar? ¿Puede echar mano del sol y desviarlo de su curso? Así pues, el que quiera luchar contra Dios ¿puede tener esperanzas de prevalecer? Julius Charles Hare

¡Ved cómo el hombre finito puede ofrecer alabanza ilimitada! El hombre es poca cosa, pero, colocando sus manos sobre las teclas del gran órgano del universo, ¡hace salir de él alabanza atronadora! El hombre redimido es la voz de la naturaleza, el sacerdote en el templo de la creación, el chantre de la adoración del universo.

¡Oh, si todas las obras del Señor sobre la tierra se libraran de la vanidad a la cual fueron sometidas y traídas a la gloriosa libertad de los hijos de Dios!; este día se apresura y, sin duda, llegará; entonces todas las obras del Señor le bendecirán verdaderamente. La promesa inmutable está madurando, las misericordias seguras están en camino. ¡Apresuraos, horas haladas! C. H. S.


Que opinas respecto de la forma en que se debe alabar Dios?Nos gustaría conocer tu opinión. Dios te bendice 


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