Qué bienaventurada es la seguridad

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¡Oh, qué bienaventurada es la seguridad de que nada puede perturbar nuestra posición en el pacto! La respuesta y el perdón son ciertas, aunque hay retribución para nuestros descarríos.  La misma designación de nuestros pecados y castigos es verídica en extremo. Con todo, no estamos separados de Dios. Podemos hablarle y oírle; recibimos lo que necesitamos y mucho más; y, sobre todo, tenemos el sentimiento dulce y permanente del perdón, a pesar de nuestros descarríos. Cuando nos dolemos bajo los castigos y los desengaños, sabemos que es el fuego que quema el heno, la madera, el rastrojo -los tratos compasivos y misericordiosos de un Padre-. De buena gana aceptamos estas correcciones, que ahora son para nosotros nuevas promesas de nuestra seguridad. Porque el fundamento permanece eternamente seguro, y el camino de acceso no está cerrado. ¡Oh!, sin duda, con todo nuestro corazón estaremos de acuerdó: «Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante su santo monte, porque Jehová nuestro Dios es santo.» Alfred Edersheim Tú eres vengador de nuestros descarríos. No es un castigo ligero, sino «una venganza», que El toma de nuestros descarríos, para manifestar que aborrece el pecado como pecado, no porque las personas peores son las que lo cometen. Quizá si un hombre profano hubiera tocado el arca la mano de Dios no le habría alcanzado. Pero cuando Uzías, un hombre celoso de El, como podemos suponer por su intento de sostener el arca que se tambaleaba, se excedió en lo que debía hacer, El le hiere por su acción desobediente, al lado del arca que él indirectamente (no siendo un levita) sostenía (2° Samuel 6:7). Ni tampoco reprobó tan duramente nuestro Salvador a los fariseos, ni se volvió contra ellos tan abruptamente como a Pedro, cuando le dio un consejo carnal y contrario a aquello que había de ser la mayor manifestación de la santidad de Dios, a saber, la muerte de Cristo (Mateo 16:23). Le llama «Satanás», un nombre más duro que el título de hijos del diablo con que denominó a los fariseos y que se da (aparte de él) sólo a Judas, que hizo profesión de amarle y que exteriormente contaba en el número de sus discípulos. Un jardinero aborrece la mala hierba más que nada por hallarse en medio de sus flores más preciosas. Stephen Charnock

¿Que opinas de que a pesar de que pecamos Dios nos oye?

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