Los impíos

Los impíos

Los impíos no están contentos con obrar injustamente
, añaden a ello palabras duras, arrogantes y amenazadoras, ultrajando con ellas a los santos. ¿Va a tolerar esto para siempre el Señor? ¿Va a dejar a sus propios hijos que sean durante mucho más tiempo la presa de sus enemigos? ¿No van los discursos insolentes de sus adversarios a provocar finalmente su justicia hasta que intervenga? Las palabras, a veces, hieren más que las espadas, son tan duras para el corazón como las piedras para la carne; y son derramadas por los impíos en redundancia y las usan de modo tan común que pasan a ser su habla ordinaria. ¿Van a ser toleradas para siempre?Cuando los hombres creen que los ojos de Dios están enturbiados, no hay razón para preguntarse por qué dan rienda suelta a sus pasiones brutales. 

Las personas antes mencionadas no sólo albergan creencias infieles, sino que se atreven a defenderlas, confiados en la monstruosa doctrina de que Dios está demasiado lejos para darse cuenta de las acciones de los hombres.

Cuando un hombre ha decidido que no quiere saber nada de Dios, ha prescindido también de su condición humana, ha caído al nivel del buey y el asno; sí, por debajo de ellos, porque «el buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su amo». En vez de humillamos ante la presencia de los científicos infieles, deberíamos sentir compasión de ellos; ellos hacen ver que nos miran con desprecio, pero somos nosotros, con mucho, los que tenemos motivos de hacerlo respecto a ellos. C. H. S.

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